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  • Foto del escritorToni Navarro

José Manuel Gollete, “Vienes a la Venta del Mellizo y te queda en la Venta del Mellizo”

Actualizado: 23 jul 2022

"¿Has estado en Coria del Río? ". El paisaje es cambiante. Y precioso. Cuando baja la marea, numerosas barcas, muchas de ellas de madera, descansan sobre el fango, y cuando está alta dibujan un cuadro marinero, con la orilla de Coria del Río al fondo, muy difícil de imitar. Escribía un poeta que él quería cumplir los 100 años comiendo pescaito de Coria del Río en "esa ciudad alzada como templo". Seguro que el escritor se refería en su imaginario puerto, el lugar marinero que el sol tiñe de naranja al morir. Cuando caen los primeros rayos de sol entre las dos orillas del Guadalquivir, la Venta el Mellizo, con doscientos veintidós años en esta porción de la provincia de Sevilla, ya prepara sus mesas para atender a sus clientes y hacerles sentir “como en casa”.


Fotografías: Toni Navarro

El establecimiento nació en 1800 siendo una tasca para los marineros que salían a faenar. Tomás Sosa Salas, La primitiva Venta fue construida con troncos de madera y techumbre vegetal, sufriendo una modificación en 1.911 quedando como está actualmente. El negocio lo continuaría su hijo, Tomás Sosa Márquez, que por ser mellizo con otro hermano le dio el apodo a la Venta. El actual regentes del negocio, José Manuel Gollete, recuerda como era entonces cuando lo inauguró su abuelo. “Teníamos cartel que ponía Venta Mellizo Claro. Abríamos a las seis de la mañana para los marineros. Aquí había todavía barcos y desayunaban, y se tomaban su vaso de vino”. Él creció entre las mismas paredes de la venta. Por su ubicación, era lugar de encuentro, "Yo recuerdo mi niñez detrás del mostrador, aquí se reunían pescadores, trabajadores de los astilleros, carpinteros de ribera, calafates, areneros, patrones y marineros, también de agricultores y ladrilleros que hacían su labor diaria en las tierras del otro lado del río". Hoy en día, sigue cumpliendo su función, la frecuentan agricultores y trabajadores de la metrópolis sevillana que utilizan el paso de la barca huyendo del tráfico denso en horas puntas, también pescadores que siguen limpiando y vendiendo sus frutos en ese sitio y paseantes, ya que la orilla del río se ha convertido en paseo fluvial.


Fotografías: Toni Navarro

El paraíso está a la vuelta de la esquina. El calor aprieta, los días se alargan y el cuerpo va pidiendo pasar un buen rato cerca del río Guadalquivir, vas a relajarte, a perderte, a olvidarte del reloj… a que se pare el mundo. No apagas el móvil porque la foto es obligada. Llegas y clic. El Guadalquivir es gastronomía, paraje y marisma. Es la fuente que se baña en la sal de Sanlúcar. La línea verde que riega los cotos y arrozales que se le acercan en el mapa. Es el cauce de las civilizaciones que por aquí pasaron. Las coplas que inspiró, las instantáneas a las que dio pie y el entorno y la cultura que se desarrollaron en sus orillas. De la particularidad de su hábitat, sus cultivos y la población que se asientan a sus márgenes. La brisa lo inunda todo. Forma parte de la experiencia gastronómica que supone entrar en la Venta el Mellizo, situado en pleno puerto de Coria del Río, Llega el tiempo de los atardeceres inolvidables y las charlas veraniegas con cócteles en mano. "Yo siempre había soñado con establecerme por mi cuenta, tengo alma de emprendedor, hasta que se dio la oportunidad de poder ejercer, mi madre, con la proposición de mis hermanos, me ofrecieron hacerme cargo del negocio, lo que había soñado se hacía realidad"




del Mellizo ha ido evolucionando hasta convertirse en una de las referencias gastronómicas y de encuentros más importantes de Coria del Río y, por extensión, de la provincia de Sevilla. Para llegar hasta ahí ha hecho falta mucha pasión y esfuerzo, pero, sobre todo, mucho ingenio. De la mano de su hermano pequeño, José Manuel,cogió una tasca marinera y la convirtió en un moderno establecimiento para los tiempos que concurren: “Lo primero que tuvimos que hacer es quitar algunos enseres mobiliarios, darle un cambio de cara", explica. Su padre falleció en el año 2014, durante años le rondaba la idea de hacer esos cambios que necesitaba el establecimiento, esto ocurre en el año 2019, se puso mano a la obra, codo con codo: “Lo tuve claro desde el minuto, uno siempre quería crecer, soy un revolucionario de la hostelería. Cuando me hice hizo cargo ya tenía claros los cambios que deseaba hacer, lo anterior de aquellos tiempos no tenían cabida en esta zona”.


“Siempre hemos trabajado la tradición. Cogemos una tapa tradicional y le damos un par de vueltas para poder darle ese toque de innovación que busca, no solo la gente joven, sino para todo el mundo”, cuenta José Manuel. Uno de los ejemplos que mezclan lo clásico y lo contemporáneo es, por un lado, su espectacular carne mechada; también encontramos la mojama, el queso ni te cuento, y no podemos dejar atrás la tortilla de patatas. El secreto de La Venta del Mellizo es reinventarse, respetar las recetas tradicionales, pero dándoles un toque de personal.


Fotografías: Toni Navarro

Llega el tiempo de los amaneceres inolvidables y las charlas veraniegas con una copa en mano, Para empezar, cuando sube la marea, el agua rebosa a los pies de la orilla en la que se levanta, y a su alrededor, solo tierras de labranza. No hay masificación, no hay turismo invasivo. La tranquilidad del mundo rural coincide con el agua del río a pocos pasos. Una suerte, campos de cultivo, justo lo que era en sus orígenes este negocio que han levantado José Manuel. “Es un equipo, a lo mejor la idea la tengo yo, pero las manos son de otros”, narra el hostelero, y prosigue indicando que, para que la venta triunfe, se mezclan muchas variantes: "Mi padre decía siempre hay que tener calidad-servicio y un precio acorde. Si consigues ese equilibrio, la venta lo vas a tener lleno".


Fotografías: Toni Navarro

A los pies de cuesta que sirve como entrada al río Guadalquivir. Sus amplias terrazas son algunos de sus múltiples atractivos. Al frente del negocio están el José Manuel, que llevan “toda la vida” ligados a este lugar. “Esto se lleva en la sangre, no se puede evitar”, dicen quienes acumulan doscientos veinte y dos años en el sector, y forman parte de una familia muy hostelera. Los Sosa, después de ganar experiencia, decidieron montar su propio negocio, al que imprimieron un carácter muy marinero. Asimismo, el servicio es una parte indispensable, tener profesionales bien formados que te hagan sentir como en casa. Era otro de los dichos de su madre, cuenta José Manuel: “Mi madre me preguntaba, ¿tú dónde estás más a gusto?, y yo decía: en mi casa. Pues haz que la gente se sienta como en casa y verás como vuelven una y otra vez, me dices ella”.


En mayo de 2019 reabrió bajo el concepto actual, mucho más cuidado y ambicioso. Mucho más apetecible para llegar y no irte hasta que oscurezca. José Manuel Gollete, 46 años, se reconoce como “un infiltrado, no había tenido experiencia hostelera previa”. No en vano, había trabajado en otro ámbito que no era la hostelería, solo la experiencia de niñez “Al final, por circunstancia y por mis sueños, me vine a la empresa familiar a trabajar y es cierto que, aunque esto es muy absorbente y sacrificado, tiene algo que engancha y acabas cogiéndole el gustillo”, confiesa.


Fotografías: Toni Navarro

El Puerto de Coria del Río ha cambiado mucho, aunque su esencia marinera sigue perdurando. Ahora el nombre del barrio es conocido por su hostelería a nivel nacional. “Al principio no había ni copas para vinos; estaba el gorrión, el catavino y un vaso de tubo para las cervezas. Ahora, la gente tiene un servicio en condiciones”. El turismo se mezcla con los vecinos, que han visto como poco a poco se ha transformado. Sin embargo, tener este decorado natural único invitaba a darle vueltas a la cabeza. Así surgió, y después, se ha consolidado La Venta del Mellizo “tiene un nuevo impulso con la llegada de José Manuel”, comenta su hermano Tomás. “El verano pasado fue muy bien, no teníamos ni idea de cómo iba a ir. Aquí hay mucho turismo nacional y se ha amortiguado la pandemia. Esperamos que este verano sea al menos igual”, asegura Ana María, su mujer, que defiende que “la idea es mantenernos abiertos prácticamente casi todo el año”. Y, ya sabes, “vienes a la Venta del Mellizo y te queda en la Venta del Mellizo”.


Su hermano Francisco Javier, quien le dio el empujón y la ayuda definitiva, abunda en esta idea “El objetivo es que no te vayas: desayunos a primer ahora de la mañana, llegas a las 12.30, aperitivo con sus cervecitas, luego sus tapitas sin bulla cuando entra el hambre, para la sobremesa tú eliges, o se abre una botella de alta gama de vino tinto o blanco y una tabla de quesos, o mojama o carne mechada, y solecito". Esto te atrapa, no sales. Estás a gusto, no te mueves, y un 50% acaba quedándose antes del atardecer, que es espectacular, con la banda sonora de la Jurado, típica de la casa —al caer el sol, cada día suena Como una ola, “Somos punto de destino, aquí vienes a echar el día completo”, puntualiza. José Manuel.


No obstante, el cambio vino cuando pusieron las sombrillas: “Antes aquí no había sombrillas y si llovía o sol no se podía estar aquí. La gente que viene también busca el paisaje. El enclave en el que estamos situados es único, somos unos privilegiados. Siempre digo que tengo las mejores vistas del mundo. Cuando tengo que pensar, miro para allá y me relajo”, narra José Manuel, y hace referencia a sus mentores: “La infraestructura ha crecido mucho, gracias al hostelero viejo y nuevo. Yo tengo que agradecer mucho en mi aprendizaje a gente como a mis padres Tomás y Manuela, mis hermanos Rocío, Tomás y Francisco Javier y mi mujer Ana María. Han sido unos profesores magníficos para todo. Una oferta gastronómica y de ocio a pie del río que invita a celebrar la vida y a desconectar del mundanal ruido. Una oferta que, por su tranquilidad y exclusividad, da hasta palo publicitarla demasiado. Ellos mantienen una idea rotunda, que llegues y no salgas.


Fotografías: Toni Navarro

José Manuel quiere rendir un pequeño homenaje a su abuelo y su padre que mantuvo el local abierto hasta sus fallecimientos, “Era muy conocido y queríamos darle un reconocimiento que creo que se merece, dio mucho trabajo y ayudó a mucha gente”, explica mirando un retrato que adorna la entrada que todo quedara en un bonito recuerdo, Con 222 años después, su nieto ha querido seguir la tradición que ha vivido desde pequeño. “Nos hemos criado jugando de niños en la Venta del Mellizo con la gente de aquella época de mi niñez”, dice. Pero cuando creció, nada de eso seguía existiendo. “Siempre estaba con la pena, hay que ver que se perdió aquello con lo que era”, cuenta José Manuel, que decidió tomar el relevo con valentía. Le contó su idea a su mujer, y luego a su madre, y, con el apoyo de sus hermanos y amigos, su sueño se hizo realidad.


“Mi abuelo y mi padre no nos dejó una herencia física, nos dejó una más importante, unos conocimientos y una manera de trabajar que no hay en otros lados”, explica en la terraza. “Gracias a Dios tuvimos muy buena acogida”, pero para el matrimonio no fue fácil relanzar un comercio. Al principio, les decían: -“Eso ya no se puede hacer, es una locura”. Sin embargo, con coraje y con la ayuda de las personas que creyeron en su proyecto, tiraron hacia delante con ilusión.


Lazos invisibles unen en el tiempo a abuelo, padre y nieto, “es una tierra privilegiada porque tenemos de todo: la agricultura, el marisco, el pescaíto o la manzanilla. También es la temperatura, un enclave como es el Puerto de Coria de paisaje, y su gente. La gente de Coria del Río es diferente y hace sentir a gusto al que viene, por eso la mayoría que viene repite”, comenta.


Salta a la vista que Coria del Río ha cambiado y que, tal y como cuenta José Manuel, tanto el Ayuntamiento como los hosteleros tienen que seguir trabajando para construir un proyecto de ciudad mejor. El alma de los Sosa siguen viva en los rincones de esta venta. Sus retratos sobre la pared recuerda a este antiguo marinero que solía salir con su barca a pescar por el río. Pepe saludaba a los comensales con amabilidad y siempre estaba pendiente de que a nadie le faltara de nada. Uno de sus hijos, José Manuel Gollete González, de 46 años, es el que le ha dado el relevo. Sentado en la terraza, echa la vista atrás.


Orgulloso de su familia y del tesón que ha demostrado detrás de la barra, el coriano saca un buen plato de los imprescindibles de la carta. “Espero jubilarme aquí”, dice mirando al futuro con buenas previsiones. Si tuviera que decidir el destino de la venta, sus palabras son claras. “Ojalá mis descendientes continuaran, a mí me haría una ilusión tremenda”. Sensaciones y deseos lanzados desde un estandarte de la gastronomía local que echó raíces. Si Tomás lo viera, “él ni se imaginaría que seguimos”.

Fotografías: Toni Navarro

El coriano José Manuel confiesa que le hubiese gustado trabajar codo con codo con su abuelo. Para él, “el simple hecho de poner en la mesa su nombre, ya nos ha merecido la pena el lío”. Contentos con la aceptación, el matrimonio sigue trabajando duro para ensalzar la huella de los Sosa. Unas leyendas con sabor a río.




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