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  • Foto del escritorToni Navarro

Coria llora junto a la Virgen de la Soledad la muerte de Cristo


Coria del Río, al fin, ha podido sentir, escuchar y participar del luto del Viernes Santo, Es muy difícil de entender un Viernes Santo sin la presencia del Santo Entierro por lo que significa no solo para esta jornada, sino también para toda la Semana Santa del pueblo., tras dos años de silencio absoluto en las calles por la pandemia. Se echaba de menos la tarde y noche más lúgubre de todo el año, una jornada que se ha vivido desde por la mañana, con la visita a la Capilla de la Soledad, como manda la tradición, para acompañar al Cofradía de Nazarenos del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad Coronada en los momentos previos a la salida.


Fotografías: Toni Navarro

Mientras tanto, las inmediaciones de La Soledad iban llenándose de los que forman parte del cortejo, con características únicas en toda la Semana Santa de la ciudad. Toda esta zona de Coria del Río presenta un aspecto singular durante Viernes Santo ya que desde La Soledad se ve cómo el Cristo Yacente sale y eso pudo verse otra vez este año. Estaba la cofradía de de la Soledad saliendo de la Capilla cuando la plaza lucía a media asta. Luto por la muerte del protagonista de la Semana Santa, Jesucristo, pero también por las víctimas de la Covid-19 y de la guerra en Ucrania. El Viernes Santo ha vuelto a recuperar su esencia. Solemnidad absoluta



Resulta que el Cristo Yacente estuvo parado en la esquina de Cervantes antes de enfilar Santa María, un buen rato. Algo inusual pero necesario cuando el motivo es que Dios venga a ver a una mujer. Era relativamente joven, que entrelazaba su manos elevándolas hacia su pecho sin dejar de mirar a ese Cristo. La conversación duró lo que tuvo que durar y no fue hasta entonces cuando el capataz llamó tres veces. El Viernes Santo lo caracteriza el romanticismo que se talla en ese paso que bajando por la Parroquia de la Estrella es color negro y blanco en plena Carrera Oficial, con otra luz, es negro luto.





El morado es el palio de la melancolía. De una sombra que se achica en una esquina pero que no se quiere borrar. El palio reparte la nostalgia que le va a faltar al cofrade desde la semana que viene. El creyente vive el Viernes Santo con total resignación, como su Madre. Y eso que el primero sabe que viene una Resurrección, mientras que María todavía no.



Por eso Ella aguarda en sus ojos el verdadero ejemplo de la fe. Y todo a través de la caridad a los demás. Es la manera de creer. Es ser cristiano. Y así, venía con una música con sabor a Roma, cuando por el El convento de las Hermanas de la Cruz, en Coria del Río. Las monjas del convento de Santa Ángela de la Cruz se pedía Salud para los enfermos a través de los instrumentos de la Banda Municipal de música de Coria del Río. El último barrio que llegaba al centro traía consigo esa añoranza que es la propia vida. Cuando nos encontramos con el Señor. El último barrio es el primero que cuenta ya los tramos para el año que viene. Es la evolución de su cofradía. De una canastilla que ya huele a primavera ribereña desde que asoma por las largas calles.







La Hermandad de la Soledad es la que le gusta a uno encontrarla por ese zig zag que es el centro estos días. Es perderte para encontrarte. Es andar para atrás para seguir adelante. Es el último barrio que llega al corazón. Y no deja de ser un juego de amor hasta que vuelve al anochecer.



El cortejo que todo lo une es el del Santo Entierro. Es el protocolo. Es el negro. Y es el rojo de la Borriquita, ¿por qué no?. El cortejo del Santo Entierro traía a Cristo muerto en una urna de oro. Es la marcha fúnebre del que todo lo puede. Del Señor. El cortejo del Santo Entierro es el que pone de acuerdo a todo el mundo, cuando lloran desconsolados, al ver el último palio perderse en la oscuridad. Lo más bonito de la Semana Santa es ver marcharse un palio. Y lo más triste es ver lo mismo, pero sabiendo que es el último. Es Soledad de María. Que terminamos siendo todos.



De negro se vistió Coria del Río el corazón para abrazar a su Madre. Era Viernes Santo y la alegría del Domingo de Ramos parecía de otra época. Parecía de otro año. Son los contrastes de la Semana más Santa. Son los caminos del cristiano. La alegría, el gozo, el lamento, el dolor. Y la Soledad. Nuestra Señora tiene una advocación en la que todos nos miramos. A los pies de una cruz inerte que será símbolo para millones de hermanos. ¿Qué estará pensando la Virgen de la Soledad cuando Coria del Río le coge la mano? Se lo preguntaremos, si Dios quiere, el próximo año.



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